Un arpa...
Rosharyo, la doncella de la ciudad de los sínodos, fue vista al tañer su arpa. Y una melodía muy elemental resonó. Los árboles se desarraigaron conmovida la madre tierra para que pudieren ir a verla. Era pues en verdad el hecho sobrehumano, mas así son las conciencias de los que se desarraigan. Porque llevan sus conciencias allá consigo. Y como los árboles, aunque parezcan no moverse las ramas de sus ideales son más fructíferas en frutos e ideas. Incluso más que quienes se vanaglorian de cruzar el mundo por los cielos, desde el domino de los voladores que dicen no ven nunca obstáculos.
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