Fue una sonrisa, una nueva mezcla de sentimientos, la que le recorrió el cuerpo. Súbitamente se giró hacia atrás. Esperando, ambicionando más bien que estuviera allí. No quiso pensar en la posibilidad de lo contrario.
No era conteplable
A su mente solo acudía por cada uno de sus rincones, de los senderos inescrutables tras sus ojos almendrados, palabras y recuerdos
Hoy no iba a ser un día amargo por más que se empeñasen, de haberlo querido las manos regentes del destino. Y su espera, largo tiempo mantenida, se acabó.
En su hombro portaba un ruiseñor. El eterno símbolo de su perpetuo amor, uno que no podía morir, pues estaba bendecido con la fuerza pasional de ambos.
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